Perder la cabeza: el canibalismo sexual de las mantis.

–¿Cómo era papá? –le pregunté a mi madre.

–Crujiente, un poco salado, rico en fibra.

–Quiero decir antes de comértelo.

–Era un mequetrefe, inseguro, angustiado, neurótico, un poco como todos vosotros, los machitos, Visko.

Me sentía más cercano que nunca a aquel genitor al que no había llegado a conocer, que se había descompuesto en el estómago de mamá mientras mientras yo era concebido. De quien no había recibido calor, sino calorías. Gracias papá, pensé. Sé lo que significa, para una mantis macho, sacrificarse por la familia.

Me detuve un instante, en grave recogimiento, ante su tumba, es decir, ante mi madre, y entoné un miserere.

Eres una bestia, Viskovitz (1999) un libro de Alessandro Boffa traducido por Alejandro Pérez Viza

Entre las mantis de todo el mundo no es extraño que los machos pierdan literalmente la cabeza por tener sexo. En este grupo de insectos, el canibalismo sexual es una práctica común (Fig. 1). No se trata de un acto pasional como el relatado en el cuento de Juan Rodolfo Wilcock «Los amantes» –donde una pareja decide encerrarse y no levantarse de la cama, al final anestesiados por el deseo deciden comerse el uno al otro–, sino un mecanismo evolutivo que parece beneficiar a aquellos que lo practican, con una mayor descendencia. Es decir, con una mayor transmisión de sus genes a la siguiente generación. Para algunos padres, eso bien vale el dejarse devorar por su pareja.

Praying-mantis-eating-males-head
Fig. 1. Una hembra de una mantis religiosa devorando la cabeza de un macho.

Los estudios demuestran que aquellas hembras que se comen a sus compañeros, durante o después de la cúpula, producen un mayor número de huevos que aquellas que dejan ir a los machos. El macho al ser digerido por la hembra contribuye nutricionalmente a la producción de huevos. Durante la cópula las hembras almacenan el esperma masculino que más tarde utilizarán para fertilizar los huevos que produzca. Puede decirse, que el macho devorado se encuentra en su totalidad en el interior de la hembra y que más tarde se materializa en parte en su descendencia.

En un trabajo llevado a cabo en Estados Unidos, quisieron cuantificar los costes y beneficios del canibalismo sexual, para demostrar su evolución como una estrategia reproductiva. Para ello emplearon la técnica del marcado radioisotópico, que permite rastrear el paso de una muestra de sustancia a través de un sistema. En este caso, el interés era seguir la transformación del cuerpo de los machos en materia y energía para los huevos. Para ello primero alimentaron a los machos del experimento con grillos (Acheta domesticus) marcados con radionucleótidos. Con ello se aseguraban que los machos quedaban «marcados», pudiendo estudiar después cuanta aportación de su cuerpo se encontraba en los huevos una vez que habían sido depredados por las hembras. 

El coste del canibalismo es obvio, el macho muere, en este caso si que puede decir que «lo han dado todo». Para la hembra, un macho representa posiblemente su presa más fácil y más grande que puede capturar. Sin duda para ella los beneficios parecen obvios, consigue fácilmente una buena presa que le permite invertir más en su reproducción. En dicho estudio, los científicos observaron que en el caso de los individuos canibalizados, aproximadamente el 89% de sus aminoácidos marcados eran transferidos a la puesta. En aquellos que conseguían escapar tras la eyaculación, la transferencia era de poco más del 25%, toda ella procedente del esperma. Esta diferencia también se manifestaba en la cantidad de huevos. Mientras que las hembras que no habían conseguido comerse a su amante depositaban unos 38 huevos, las que habían culminado el acto sexual con el banquete de su compañero doblaba el número de huevos, con una media de 88 huevos por ooteca. Los resultados muestras una ruta directa del macho, de su contribución con el esperma, a su posterior contribución como alimento. El cuerpo del macho se incorpora en el de la hembra en casi su totalidad y permite a ésta dar lugar a puestas más numerosas. El macho ve así incrementado su éxito reproductivo. Su cuerpo resulta una inversión de futuro para garantizarse una mayor descendencia.

El número de huevos, y de descendencia potencial, es más del doble, pero aún así, ¿es realmente viable para el macho hacer un sacrificio tan grande? Los biólogos argumentan que los beneficios de tal sacrificio sólo pueden darse cuando las posibilidades de otro encuentro sexual, que aumentase su éxito reproductivo, fuesen muy bajas. Cuando las oportunidades de cópulas son muy bajas, se espera que los machos corran el riesgo de ponerse al alcance de las mandíbulas de las hembras, e incluso de sacrificarse y dejarse comer por ellas sin oponer resistencia. Tal y como relata al final de su cuento Alessandro Boffa:

«No había oración que pudiese detenerme, no ahora, que oía el gélido suspiro de mi amada, el sombrío rumor de sus membranas, su fúnebre y burlona sonrisa. Me moví frenéticamente en dirección a aquellos sonidos, con la única pata que me quedaba, apoyándome en mi erección, esforzándome por llegar a visualizar la gloria de sus formas, ahora que no podía verlas porque ya no tenía ocelos, ahora que no podía olerlas porque ya no tenía antenas, ahora que no podía besarlas porque ya no tenía palpos.

Por ella había perdido la cabeza».

Con dicho sacrificio los machos no sólo incrementan la cantidad y calidad de su descendencia, sino que parecen obtener beneficios adicionales. Algunos estudios han demostrado que al dejarse comer los machos consiguen transferir más esperma que otros machos, así como reduce la receptividad de las hembras a copular con otros machos. De hecho, trabajos antiguos prueban que al perder la cabeza los movimientos sexuales de la cópula son más intensos en los machos. Como si al comerse parte del sistema nervioso de la cabeza, los movimientos reflejos se viesen liberados. En algunos videos se puede apreciar a machos de mantis completamente decapitados que siguen moviéndose y copulando con la hembra.

Pese a todos los posibles beneficios, no puede decirse que la mayoría de los machos se ofrezcan sin más a las hembras como alimento. De hecho, los machos muestran preferencia por hembras a las que acaban de ver alimentarse, quizás considerando que una hembra saciada no lo verá como una presa potencial sino como un macho. Sin duda esta preferencia por hembras que acaban de comer demuestra una voluntad por parte de los machos de minimizar los riegos. Podría decirse que su sacrificio no es tal, no tan voluntario, sino que en lo posible mirar de evitar acabar en el estómago de una hembra. Mediante esta conducta los macho reducen posiblemente la proporción de casos de canibalismo sexual que tiene lugar en las poblaciones.  

En otro trabajo de este mismo año, los científicos analizaban la viabilidad del canibalismo sexual en las poblaciones. La idea parte de la premisa de que a veces ciertas conductas pueden incrementar la descendencia de un individuo pero tener efectos negativos a nivel poblacional. Las conclusiones de su trabajo son que el canibalismo sexual sólo es positivo para las poblaciones cuando se obtiene un beneficio en la fecundación incrementando el número de crías o la viabilidad de las mismas. Sin embrago, el estudio resalta que esta conducta a nivel poblacional sólo resulta beneficiosa cuando el canibalismo sexual es practicado por menos del 70% de las hembras, o mejor dicho, cuando más de un 30% de los machos consiguen escapar de sus parejas caníbales. Superado este umbral los beneficios individuales no compensan el crecimiento negativo de la población que irá decayendo hasta poder extinguirse. En la mayoría de estudios llevados a cabos en diferentes especies, la proporción de canibalismo sexual que se ha encontrado gira alrededor del 30%, con lo cual queda lejos del valor estimado del 70% a partir del cual la práctica deja de ser beneficiosa para la población. Falta saber hasta que punto estos valores bajos de canibalismo se debe a las conductas de prevención de los machos o diferencias individuales entre las hembras, o a una posible combinación de ambos.

Es obvio que para algunos organismos el acto sexual puede tener unas grandes consecuencias.


Lecturas complementarias:

Avigliano E, Scardamaglia RC, Gabelli FM, Pompilio L. 2016. Males choose to keep their heads: preference for lower risk females in a praying mantid. Behavioural Processes 129:80–85

Barry KL, Holwell GI, Herberstein ME. 2008. Female praying mantids use sexual cannibalism as a foraging strategy to increase fecundity. Behavioral Ecology 19:710–715

Brown WD, Barry KL. 2016. Sexual cannibalism increases male material investment in offspring: quantifying terminal reproductive effort in a praying mantis. Proceedings of the Royal Society B 283:10.1098/rspb.2016.0656

Brooks M. 2010. Curios liaisons. The sex lives of some animals are truly weird. New Scientist 207:36–39

Fisher AM, Cornell SJ, Holwell GI, Price TAR. 2018. Sexual cannibalism and population viability. Ecology and Evolution 10.1002/ece3.4155

Gemeno C, Claramunt J. 2006. Sexual approach in the praying mantid Mantis religiosa (L.) Journal of Insect Behavior 19:731–740

Roeder KD. 1935. An experimental analysis of the sexual behavior of the praying mantis (Mantis religiosa L.). The Biological Bulletin 69:203–220

Scardamaglia RC, Fosacheca S, Pompilio L. 2015. Sexual conflict in a sexually cannibalistic praying mantid: males prefer low-risk over high-risk females. Animal Behaviour 99:9–14

Schwartz SK, Wagner WE, Hebets EA. 2016. Males can benefit from sexual cannibalism facilitated by self-sacrifice. Current Biology 26:2794–2799

 Vahed K. 1998. The function of nuptial feeding in insects: a review of empirical studies. Biological Reviews 73:43–78

Wilder SM, Rypstra AL, Elgar MA. 2010. The importance of ecological and phylogenetic conditions for the occurrence and frequency of sexual cannibalism. Annual Review of Ecology, Evolution, and Systematics 40:21–39

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