La patata, el verdadero tesoro de los Andes

Es posible que los conquistadores españoles viesen por primera vez la patata allá en el año 1532, cuando entraron en el departamento actual de Cajamarca, Perú, para encontrarse con el inca Atahualpa, pero no se tiene constancia del primer registro de dicho hallazgo hasta 1537, cuando el cronista Juan de Castellanos, acompañando al conquistador Gonzalo Giménez de Quesada, describió una práctica observada en el Valle de la Grita, en lo que es hoy Colombia, por la sociedad de los Muisca, entonces la principal sociedad prehispánica de Colombia. Así describió el cronista las patatas:

«redondillas raíces que se siembran y producen un tallo con sus ramas y hojas y unas flores, aunque raras de purpúreo color amortiguado y a las raíces de esta dicha hierba que, será de tres palmos de altura, están asidas ellas so la tierra del tamaño de un huevo más o menos unas redondas y otras […] blancas, y moradas y amarillas, harinosas, raíces de buen gusto, regalo de los indios bien, y aún de los españoles golosina».

Una segunda crónica hace referencia al consumo de patatas en el sur de Colombia y norte de Ecuador, área poblada por la cultura Nariño. Pocos años más tarde, en 1552, el clérigo Francisco López de Gómara, comentó a su paso por el Lago Titicaca, que los collas, «no comen maíz sino papas». Cinco años después, el explorador Francisco de Cortés Hojea observó los cultivos de patatas en la isla de Melinka or Ipun, en el archipiélago de Chonos, en el actual Chile.

En ese breve período, de 1529 a 1572, los conquistadores españoles invadirían el Perú, destruyendo con ello la civilización inca, causando la muerte de la mitad de la población, bien directamente durante los enfrentamientos o por la transmisión de nuevas enfermedades traídas desde Europa que diezmaron las poblaciones indígenas. Los conquistadores llegaron allí rastreando el oro, que otras culturas les habían señalo se escondían en el imperio andino. Consiguieron adueñarse de algo del ansiado y místico oro andino, pero, sin saberlo, el verdadero tesoro que allí encontraron fue la patata cultivada, la especie que siglos más tarde la ciencia bautizaría como Solanum tuberosum (Fig. 1).

La patata, o papa, como la llaman en Sudamérica, es en la actualidad según la FAO, el tercer cultivo más importante del mundo. Probablemente sea imposible, a día de hoy, entrar en cualquier restaurante y no encontrar patatas en la carta del menú. Están en todas partes, en forma de purés, en caldos, hervidas junto a otras verduras, al horno, en forma de suflé, y como no, fritas, consolidándose en este formato como la reina de la comida rápida. Allí están las patatas fritas en los menús de todas las cadenas de fast food del mundo, acompañando a hamburguesas, salchichas, pollos fritos, o ensaladas, se mire donde se mire, las patatas han conquistado las mesas y los estómagos de todo el mundo. Es casi imposible resistirse a su sabor, abrir una bolsa de patatas fritas, o chips, es casi condenarse a comérsela entera, sólo alguien muy entrenado en el autocontrol será capaz de coger cuatro o cinco y reservar el resto. En España no hay bar, donde no se ofrezca una tortilla española de patatas, con o sin cebolla, o la posibilidad de pedir unas patatas bravas. No hay duda que la patata ha conquistado, desde su origen andino, las casas de más de medio mundo.

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Fig. 2. Distribución de los cultivos actuales de patata en el Mundo y el % de cultivos dedicados a su crecimiento.

Su éxito exterior ha sido tanto, que a día de hoy, se produce y se consume mucho más que en su región de origen. Por continentes, y considerando el rendimiento de las cosechas (toneladas por hectárea cultivada), América del Norte ocupa la primera posición (41 T/h), seguido de Europa (17,4 T/h), América Latina (16,3 T/h), Asia (15,7 T/h) y África (10,8 T/h). En números absolutos, son Asia con 137.343.664 toneladas y Europa con 130.223.960, las regiones que lideran la producción mundial (Fig. 2), seguidos de lejos por el resto de continentes con producciones por debajo de las 25.500.000 toneladas. Hace una década, se estimaba que en el mundo se consumían 31 kg de patatas por persona/año, con una gran variación entre regiones, en Europa el consumo anual por individuo subía a 87 kg, siendo la región de mayor consumo, mientras que en África su consumo caía a 14 kg por persona y año. El impacto de la patata no fue tan grande en ningún otro sitio, como en Europa, donde en poco tiempo se convirtió en la comida básica de los pobres (queda bien reflejado ese hecho los cuadro de 1885 de van Gogh, Los comedores de patatas y Cesta de patatas) (Fig. 3). Dentro del continente europeo, Rusia es en números absolutos la mayor productora y consumidora de patatas, que aunque introducida en 1697 por el zar Pedro el Grande, no contó con la aceptación de los campesinos hasta la llegada del siglo XIX. Hasta entonces era conocida como la «manzana del diablo», un tubérculo tóxico, percepción negativa que debió cambiar cuando descubrieron como destilarlas para la producción de alcohol, convirtiéndose en elemento esencial del vodka, un bien de vital importancia en la sociedad rusa, tanto, que durante la Segunda Guerra Mundial, una ordenanza del 25 de agosto de 1941 dictaba:

«Según el Comité Estatal de Defensa en el Decreto de 22 de agosto de 1941, por la presente orden: Desde el 1 de septiembre de 1941 los militares y comandantes, destacados en primera línea deben recibir 100 g de vodka de 40 grados por persona y día. […]»

Un oficial alemán en un informe desde el frente ruso escribió: «Por aquí, allá y allí, en la estepa, hay tanques semidestruidos. Están ocupados por uno o dos francotiradores rusos. Se mantienen por semanas con una bolsa de patatas cocidas, una botella de vodka, un fusil con mira telescópica y algunas municiones». Estos testimonios no dejan duda de que la patata y sus derivados constituyeron unos de los alimentos principales en el continente europeo, especialmente en altas altitudes, donde las temperaturas son bajas y se reproducen condiciones climáticas similares a la de las montañas andinas. Volvamos así a averiguar el origen biológico de la patata, ¿qué dice la ciencia sobre su origen y su domesticación?

La patata y la compleja taxonomía vegetal

La patata pertenece a la familia Solanaceae, que agrupa a unas 3.000-4.000 especies, ordenadas en unos 90 géneros. La variación de los números se debe a la complejidad genética de las plantas y la asiduidad con la que híbridan entre ellas, haciendo difícil delimitar con precisión lo que es especie y lo que no. Desde el punto de vista humano, es una familia de gran interés, no sólo se encuentra la patata (Solanum tuberosum) entre sus representantes, sino también el tomate (S. lycopersicum), la berenjena (S. melongena) o los chilis (Capsicum sp.) entre otros muchos cultivos menores. El género de la patata, Solanum, es el más rico de ellos, con entre 1.500 y 2.000 especies. La patata está, taxonomicamente hablando, dentro de la Sección Potatoe, que incluye un gran número de especies con tubérculos. Su riqueza y diversidad genética es muy alta, y complicada. Un verdadero rompecabezas para los taxónomos que se dedican a intentar clasificar las especies y entender su historia. Parte de la complejidad se debe a los altos niveles de introgresiones, hibridación, auto- y aloploidía observada, la compatibilidad sexual con otras especies, su capacidad de reproducción asexual, así como las altas tasas de plasticidad fenotípica que se traduce en enormes variaciones morfológicas, contribuyendo todo ello al gigantesco galimatías genético existente alrededor de la patata doméstica. En 1990 se reconocían 228 especies, en 2001 196 y en 2009 se redujeron a 110. Nadie sabe decir con exactitud cuantas especies silvestres existen.

Lo mismo sucede con la patata cultivada, donde la gran diversidad de formas, colores y fisiología de las plantas dejan de ser variedades para ser especies, es continuo campo de batalla de todos los que estudian la patata, que no son pocos dado su enorme impacto económico y social en el mundo (Fig. 4). Parte del problema radica, en que si bien puede decirse que la patata tiene una composición cromosómica de 12 cromosomas (n = 12), y la mayoría son diploides (2n = 2x = 24), existen plantas triploides (2n = 3x = 36), tetraploides (2n = 4x = 48) y hasta pentaploides (2n = 5x = 60). Los primeros estudios por los autores rusos Bukasov y Lechnovich en 1971 identificaron la existencia de 21 especies entre las patatas cultivadas. Estudios más recientes han reducido el número a cuatro especies:

(1) S. tuberosum, con dos grupos de cultivados, el de la región andina de montaña (Andigenum) con diploides, triploides y tetraploides; y el de la región chilena de baja altitud (Chilotanum) con formas tetraploides.

(2) S. ajanhuiri (diploide)

(3) S. juzepczukii (triploide)

(4) S. curtilobum (pentaploide)


En genética, la poliploidía se define como el fenómeno por el cual se originan células y organismos con tres o más juegos completos de cromosomas de la misma o distintas especies. Se dice que es autopoliploide si provienen de la misma especie ancestral, denominándose alopoliploide cuando proviene de dos especies ancestrales diferentes. El fenómeno tiene lugar cuando una célula diploide sufre un fallo en la meiosis produciendo gametos no reducidos con un juego completo de cromosomas 2n, de manera que al fusionarse con otra al reproducirse sexualmente, dará lugar a células con un mínimo de 3 pares de cromosomas, o 4 cuatro si la otra célula también ha fallado en la meiosis. Es un fenómeno común en la naturaleza, sobre todo en plantas y algas, aunque puede encontrarse también en hongos y en animales, sobre todo en insectos y crustáceos.

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Las patatas silvestres, por otro lado, conforman grupos complejos de especie, con dos núcleos de diversidad bien definidos, uno en Norte América con epicentro en México, y otro en Sudamérica, cuyo centro de diversidad se localiza en los Andes, de Venezuela a Chile. Hay especies que crecen a nivel de mar y otras que alcanzas cuotas por encima de los 4.500 metros de altura. Mientras que unas especies están adaptadas a habitar tierras secas y cálidas, en condiciones semiáridas de desierto (S. neocardenasii y S. berthaultii), otras son capaces de sobrevivir a temperaturas bajo cero (S. acaule y S. megistacrolobum). En la actualidad diversos investigadores están explorando la diversidad de las especies silvestres para enriquecer el acerbo genético de las patatas cultivadas con las adaptaciones específicas de patatas silvestres que puedan optimizar su cultivo en condiciones ambientales concretas. En este sentido, la patata es un cultivo excepcional, en el cual la riqueza silvestre sigue existiendo y seguramente será de un gran valor e interés económico en el futuro, como inagotable fuente de variedades genéticas, del que pocas plantas domesticadas gozan en la actualidad. En muchos casos de plantas cultivadas, las formas silvestres han desaparecido y sólo nos han llegado las variedades cultivadas, incluso de éstas, la diversidad se ha empobrecido por el uso masivo de unas pocas variedades más productivas, perdiéndose con ello una importante información genética que permitiría a los cultivos ser más adaptativos en el futuro ante enfermedades, plagas o cambios en las condiciones climáticas. La patata, no, allí, en su fuente de origen sigue conservándose una enorme riqueza de especies y variedades silvestres que pueden incorporarse a la patata cultivada en todo momento. Los cultivos de Europa y Norte América se han enriquecido con algunas de estas variedades para aumentar la resistencia a patógenos, especialmente ante aquellos virus y hongos que en el hemisferio norte han ocasionado a lo largo de la historia grandes desperfectos en los cultivos de la misma.

El caso de la Gran Hambruna de Irlanda

El ejemplo de la Gran Hambruna de Irlanda, es un ejemplo de manual, de los riesgos que puede acarrear basar la economía en un sólo cultivo empobrecido genéticamente. Se calcula que en la segunda mitad del siglo XVIII, la dieta irlandesa se basaba exclusivamente en unos 5-6 kg de patatas y un tazón de leche diarios por persona. No precisamente una dieta rica y variada, pero que aporta las proteínas, vitaminas y minerales suficientes. En 1830 la mitad de la población irlandesa vivía directamente de la agricultura y de esta, la mitad (3 millos de personas), dependían de la patata, que a diferencia del grano no podía conservarse más de ocho o nueve meses. En el siglo XIX al parcelarse aún más las tierras por el crecimiento de la población, la mayoría de campesinos trabajaban tierras de menos de 6,5 hectáreas, que por su tamaño y calidad no producían trigo o maíz suficiente para alimentar las familias, aún más, las familias invirtieron en un cultivo masivo de patatas que les permitiese ser autosuficientes. En verano de 1845 el tizón tardío, nombre popular del hongo Phytophthora infestans, originario de Centroamérica, apareció en Irlanda, dañando un tercio de las cosechas. Aquel invierno los precios se dispararon, la gente vendió sus cerdos y gallinas, que completaban su economía campesina, para comprar patatas que les permitiesen superar la hambruna. Pensando que había sido un simple año de mala suerte, invirtieron en primavera todo su esfuerzo en volver a plantar patatas (Fig. 5). Las misma del año anterior, las de toda la vida. El hedor de patatas podridas se extendió, una vez más, ese verano por Irlanda. Llegaba el segundo año de hambruna, ya sin animales ni otra cosa que vender para obtener unos mínimos beneficios. Se lo habían jugado todo con la patata. El gobierno inglés no reaccionó ante el problema, después de todo, y a pesar de que Irlanda pertenecía a Inglaterra, para la mayoría de los parlamentarios ingleses, aquel era un problema inglés, si no se podía obtener beneficio alguno de los campesinos irlandeses, carecían de interés. Las ideas liberales, tan en boga en la actualidad, de no intervención estaban de moda, el curso natural de las cosas haría que se llevasen a cabo los «reajustes» demográficos suficientes para devolver la funcionalidad a la sociedad irlandesa. Los «ajustes» demográficos, se hicieron más inminentes con una tercera infección del tizón tardío en la cosecha de 1848, e implicaron una reducción de la población irlandesa de 2,5 millones de habitantes entre muertos y emigrantes. Los jóvenes fueron los que más emigraron. Entre los que se quedaron, el celibato promovido por la Iglesia y los grandes propietarios, en un experimento de reestructuración social, llevó a que cincuenta años más tarde, en 1901, Irlanda contase con sólo 4,5 millones de habitantes. Antes de la crisis de la patata, la propia patata había favorecido un crecimiento exponencial, llevando la población de los 4 millones de 1800 a los 8,2 millones en 1840. En un sólo siglo el monocultivo de un producto había duplicado la población y posteriormente la había vuelto a reducir a la mitad.

Desde la aparición mundial del tizón tardío, los cultivadores de patatas y científicos han mirado de realizar cruces con patatas silvestres y otras variedades que aumenten la resistencia de los cultivos al hongo. A pesar de la creación de híbridos con S. demissum, que les confiere mayor resistencia, el hongo sigue siendo uno de los mayores problemas entre los productores de patata. Se han identificado varios genes en S. demissum responsable de su residencia al hongo, algunos de los cuales se han detectado, recientemente, también en otras especies de patatas silvestres. Habrá que ver en el futuro como la edición genómica puede acelerar la mejora de las variedades cultivables para mitigar los efectos de la enfermedad de origen fúngico. Y desear que dichas nuevas formas lleguen al mercado sin patentes que busquen el rendimiento económico abusivo de las nuevas variedades. De que los científicos darán con una solución casi no me cabe duda, que no sacarán rendimiento económico de la misma, ya no estoy tan seguro.

Como ha sucedido con muchos cultivos, y a pesar de la diversidad genética alta comparada con otros cultivos, la comunidad científica empieza a alertar de la pérdida de diversidad. La diversidad genética, que todavía no se comprende bien, se ve afectada por cambios en el uso de los suelos en sus lugares de origen. La urbanización es el principal problema, la erosión de los suelos otro, e incluso el cambio climático amenaza con extinguir o asilar y reducir la diversidad genética de aquellas especies y variedades que habitan zonas extremas. Los granjeros en Sudamérica que durante siglos habían mantenido una gran diversidad, plantando variedades locales, están dejando dicha tradición por el uso de unas pocas variedades más productivas (Fig. 6). Pero su mayor productividad tiene trampa, pues tiene que ir acompañada de un mayor uso de fertilizantes y pesticidas. Las variedades locales adaptadas a las condiciones ambientales y patógenos e insectos locales, se abandonan y se pierden mientras se puedan costear fertilizantes y pesticidas. Si la economía decae, esa economía familiar caería al estar en posesión de unas variedades de patatas que sin esos elementos externos son mucho menos productivas que las locales que han dejado de lado. El monocultivo de una sola variedad productiva, es buena mientras todo va bien, cuando falla, entonces todo va muy mal. El caso expuesto de Irlanda es un claro ejemplo de ello.

Cuando la crisis de la patata asoló Irlanda, Alemania e Inglaterra enviaron enseguida botánicos a Sudamérica en busca de variedades y especies silvestres con las que reforzar la variante introducida en Europa tan sensible al hongo patógeno. Relativamente pronto, mediante cruces con variedades locales consiguieron una patata más resistente. Esta diversidad está hoy en riesgo. La diversidad biológica de las variables de cultivo no se mantienen solas, sino que suelen estar vinculadas a una diversidad cultural humana existente en el campo, en el conocimiento y selección local que las diferentes poblaciones han ejercido sobre las especies domesticadas, en las diferentes técnicas agrícolas y sus sistemas de subsistencias que determinan la relación cultural existente entre el humano y el producto (Fig. 6). Estudios antropológicos y etnobotánicos en regiones andinas han evidenciado el alto conocimiento de los indígenas sobre sus productos, encontrándose una coincidencia casi absoluta entre los diferentes nombres locales con los que denominan los campesinos a las diferentes patatas, con variedades determinadas genéticamente sólo recientemente, mediante el uso de técnicas moleculares. Los nombre locales no son aleatorio sino que recogen el conocimiento práctico de las variedades y sus particulares características. En algunas de estas regiones, donde la patata constituye el plato principal, se ha observado el interés de los campesinos de plantar diferentes variedades al mismo tiempo, incluso formas silvestres alrededor de las terrazas, combinando así cultivos de los que obtienen patatas de diferentes sabores, texturas y niveles de amargura que luego enriquece su pobre dieta de patatas, dando lugar a una mayor riqueza de sabores. Entre las comunidades existe también una compleja red de intercambio de semillas y excedente de variedades en los mercados, de manera que las cosechas se pueden planear en función de las variedades menos abundantes y con mayor demanda, manteniéndose así la riqueza regional. Sin embargo, los mismos estudios apuntan a que el mismo sistema que mantiene y garantiza la biodiversidad y evolución constante de la patata domesticada en la región, está erosionándose y en declive por los cambios detectados en la economía de la región, donde una agricultura de subsistencia está siendo suplantada por una orientada al comercio externo que prefiere tipos de patatas muy concretos.

La domesticación de la patata

Volvamos al hilo principal referente al origen de la patata domestica. Como se ha dicho más arriba, hoy se acepta que hay cuatro patatas cultivables, pero en realidad es una, S. tuberosum, la que se ha extendido por todo el mundo. También se ha dicho, que de dicha especie existen dos centros de diversidad genética, un conjunto de variedades andinas de montaña (Andigenum) y otra de tierras bajas en Chile (Chilotanum). Averiguar el origen de los cultivos siempre ha fascinado a botánicos, arqueólogos y sociólogos, es un misterio a resolver con diversas incógnitas que responder: ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuántas veces tuvo lugar la domesticación? ¿Tienen un sólo origen o múltiple orígenes?

Resolver el origen biológico de la patata no es sencillo, hay una serie de características que no ayudan a resolver el rompecabezas que conforman las variedades plantadas y especies silvestres, así como otras especies del género. Entre ellas destaca que sea una especie en ocasiones auto-incompatible, es decir cuando está en diploidia (recordad, una sola copia de cromosomas (2n)) no puede autopolinizarse y autofecundarse porque en los estilos de la flor se produce una sustancia, la S-RNase, que inhibe el crecimiento del polen genéticamente igual al de los óvulos. En las variedades tetraploides, con cuatro copias, el mecanismo deja de ser funcional y la autofecundación es viable. En muchas variedades la parte masculina de la flor es estéril. Como la patata se seleccionó en función de su tubérculo y no de sus frutas y semillas, no se miró durante el proceso de domesticación que la planta fuese muy fértil. La flor no tenía interés alguno. Ello ha llevado que a lo largo de la historia, se haya recurrido a la hibridación con otras especies para obtener flores fértiles de las que obtener nuevas semillas que plantar. La literatura está llena , con cientos, de ejemplos de hibridación entre especies silvestres y domesticadas, tanto en cruces artificiales propiciados por el hombre, como en casos naturales cuando dos especies coinciden en el espacio. Esta ida y venida continúa de genes de unas especies a otras hace que cuando los genetistas se ponen a secuencias sus genomas, se encuentren con una complejidad de cruces de genes compartidos y no compartidos, no siempre fácil de resolver. Su naturalidad para crear híbridos ha sido sugeridas como una de las causas de la gran riqueza de especies de patatas silvestres. La hibridación interespecífica es un mecanismo evolutivo importante dentro de algunos grupos de plantas.

¿Qué hipótesis barajan los estudiosos respecto al origen de la patata cultivada? Existen dos grandes hipótesis, una de origen ruso, desarrollada por los científicos rusos en la primera mitad del siglo XX, que considera un origen geográfico múltiple, y otra hipótesis de científicos ingleses, que argumentan un origen más restringido en el espacio y el tiempo a la patata cultivada.

Los científicos rusos consideraban que las variedades geográficas observadas a lo largo de los Andes, eran producto de diferentes procesos de hibridación entre las especies locales de plantas silvestres, y que por consiguiente el origen de la patata cultivada era diferente en cada región. En Peru era producto de cruces de S. candolleanum con S. brevicaule; otras variedades del Perú y Bolivia serían fruto del cruce de S. multiinterruptum y S. brevicaule, mientras que en Ecuador y Colombia las especies ancestrales habrían sido S. canarense, S. kesselbrenneri y S. rybinii. La lista de posibles ancestros se estira a lo largo y ancho de toda la región andina, es un complejo número de combinaciones de todas las variedades locales, echando mano los nativos siempre de las especies silvestres que allí tenían.

El grupo Chilotanum de Chile tendría así un origen totalmente independiente al de las patatas andinas. Habrían evolucionado y sido seleccionadas en las tierras bajas de Chile desde otras especies silvestres, entre las candidatas se han mencionado S. fonckii, S. lepostigma y S. molinae.

Por contra, las hipótesis inglesas, consideran que la domesticación fue mucho más restringida, que tuvo lugar en algún lugar entre Colombia y Bolivia, de cruzar especies diploides hasta producir la especie actual tetraploide. Posteriormente dicha especie sería introducida por los humanos desde Colombia y Venezuela hasta la costa sur de Chile, enriqueciéndose en cada región con nuevas aportaciones de especies silvestres locales. La gran diferencia entre ambas hipótesis consiste en considerar si el grupo chileno es producto de una domesticación independiente a nivel de costa, como sugieren los rusos, o bien un subproducto de la patata domesticada previamente en las montañas de los Andes, que posteriormente fue cruzándose con otras para adaptarla a las condiciones costeras del sur de Chile (Fig. 7).

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Fig. 7. Distribución de las dos subespecies o grupos de la patata cultivada/domesticada S. tuberosum, en amarillo el grupo andino de montaña Andigenum, y en bermejo el grupo costero chileno Chilotanum

Estudios recientes con herramientas moleculares parecen indicar que las variedades andinas de la patata doméstica, se originaron de cruces y selecciones consecutivas del grupo S. brevicaule. Luego la patata ya domesticada se enriquecería con aportaciones genéticas de otras especies locales a lo largo de la cordillera. De allí, serían llevadas hacia el sur a tierras chilenas. Así, las evidencias moleculares parecen sugerir un origen más restringido de la patata cultivada en la zona montañosa de los Andes y no uno múltiple como apuntaba la hipótesis de los primeros autores rusos.

A lo largo del proceso de domesticación de la patata, el principal rasgo de la misma, es la reducción de solanina respecto a las variedades silvestres. La solanina, es una glucoalcaloide tóxico de sabor amargo, presente en las solanáceas, en sus hojas, frutos y tubérculos. Es una sustancia muy tóxica que daña el ADN de quien lo consume, muy eficaz como mecanismo de protección ante los depredadores. Por el excesivo sabor amargo de la misma, los campesinos indígenas fueron seleccionando aquellas plantas cuyos tubérculos eran más dulces y de una digestión más fácil, resultando así en unas plantas con niveles de solanina mucho más bajos que las formas silvestres. Otra característica, ya se ha mencionado anteriormente, es la infertilidad en muchos casos de la parte masculina de la flor. Centrados en conseguir plantas con grandes bulbos, se prestó poca atención a las flores y su producción de frutos o semillas, un proceso diferente al que otras plantas sufrieron, cuando lo que se consume de la mismas es el fruto o las semillas. En las variedades europeas y asiáticas, se ha visto que las plantas tuberizan la flor durante el crecimiento bajo fotoperíodos largos, de más de 14 horas de luz, propios de los veranos del hemisferio sur (en Chile) o norte (en Europa), mientras que en las variedades de los Andes y las especies silvestres, la actividad de la flor se reduce a periodos de 12 horas, adaptadas a los fotoperíodos anuales más propios de las zonas tropicales y subtropicales.

¿Cuándo tuvo lugar la domesticación?

Existen evidencias fósiles de tubérculos conservados en lugares secos a lo largo de la costa peruana que se remontan a 8.000 años a.C. En el centro arqueológico de Monte Verde en Chile, se han datado pieles de patata del año 11.500 a.C. Todos estos hallazgos tan antiguos se presupone que corresponde a formas de patatas silvestres, mucho antes de que la patata fuese domesticada. Los registros arqueológicos apuntan a que el origen de la domesticación de la patata tuvo lugar alrededor del lago Titicaca, y es precisamente allí donde recientemente se han encontrado restos arqueológicos de patatas, que han podido ser identificadas como variedades domesticadas al menos en el año 3.400 a.C., siendo una de las primeras evidencias de patatas domesticadas, que no silvestres, vinculadas a yacimientos humanos. Las evidencias las encontraron en los microporos de herramientas para trabajar el campo encontradas en el yacimiento, analizando su contenido con microscopios de alta resolución.

Tanto los datos moleculares sobre el origen de la patata doméstica, como las pruebas arqueológicas, parece cerrar el cerco de la domesticación a los alrededores del Titicaca. Las fechas que se barajan de ese proceso corresponden al desarrollo cultural de la sociedad Tiwanaku (Fig. 8). Esta constituyó el primer Estado integrado de una región que incluía el sur del Perú y el norte de Bolivia, Argentina y Chile. La cultura entonces se expandió hacia el norte en busca de tierras mejores, su legado de tecnología agrícola se considera que lo hereda la sociedad Wari (600 – 900 d.C.), expandiéndose una mezcla de ambas por todo el Perú actual, los historiadores creen que la creación de ese primer gran imperio del Perú antiguo, solo fue posible gracias a la intensificación del cultivo de la patata que complementaba la proteína de origen animal proveniente de sus grandes manadas de camélidos domesticados. El imperio Wari-Tiwanaku llegó a su fin hacia 1100 d.C., ocupando la región del Titicaca los Aymara, los Collas y Lupacas, todos ellos preservando el cultivo de la patata y la cría de camélidos, hasta que el imperio Inca en 1430 d.C apareció en Cuzco, estableciendo un imperio sin precedentes en la región andina, que se extendería desde el sur de Colombia hasta la región central de Chile, adoptando la agricultura de todas las regiones conquistadas hasta la llegada del conquistador español Pizarro en 1532.

Los estudios lingüísticos nos llevan también a la misma región, la palabra «papa» proviene del quechua, que ya se hablaba en la zona andina mucho antes de la aparición de los incas. La voz española de «patata» sustituyó a la de «papa», todavía en uso en toda Sudamérica, para no ofender, en la Nueva España, al Sumo Pontífice (con la Iglesia topamos hasta en eso, en como nombrar nuestros alimentos). El nombre es una quimera de la «papa» y la «batata» (Ipomoea batatas, boniato, moniato o patata de Málaga en España).

Con la llegada de los conquistadores se introducen nuevos cultivos exóticos en la región, como el trigo, la cebada, el centeno, las habas, la zanahoria, la col y la lechuga, hasta entonces desconocidas en el continente americano. Dos mundos, hasta entonces incomunicados, entraron en contacto y el proceso de globalización dio un paso de gigante. El tráfico de alimentos y especies entre continentes fue enorme, cambiando las economías de todo el mundo. A la patata domesticada en las altas montañas andinas le quedaba una larga travesía que recorrer hasta conquistar el mundo (Fig. 8), pero fue uno rápido, de apenas unos pocos siglos, pero esa es otra historia que se contará en otro momento. Lo que está claro, es que el oro que había llevado a los españoles hasta el sur, al final careció de importancia, la patata fue el milagro llegado de America para millones de europeos. ¡Viva la patata!

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Fig. 8. Algunas de las rutas de dispersión de la patata desde los Andes a Europa y de allí a Asia y Norte América.

Lecturas suplementarias:

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  • Gebhardt, C. (2013) Bridging the gap between genome analysis and precision breeding in potato. Trends in Genetics 29: 248–256.
  • Grun, P. (1990) The evolution of cultivated potatoes. Economic Botany 44, 39–55.
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  • Spooner, D.M., Guislain, M., Simon, R., Jansky, S.H., Gavrilenko, T. (2014) Systematics, diversity, genetics, and evolution of wild and cultivated potatoes. Botanical Review 80, 283–383.
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