Maria Sibylla Merian (1647-1717) y el nacimiento de la ecología.

«En Holanda quedé maravillada con la hermosura de las criaturas que llegaban del Oeste y de las Indias Orientales. En sus colecciones encontré estos y un sinnúmero de otros insectos fascinantes, pero no constaba ni su origen ni su desarrollo; es decir, como cambian de orugas a pupas y de pupas a mariposas. Esto me impulsó a emprender un viaje largo y costoso; decidí viajar a Surinam en América para continuar allí mis observaciones».

Estas son las palabras que Maria Sibylla Merian (Fig. 1) escribió en la introducción de su libro Metamorphosis insectorum Suricamensium. El libro fue el resultado de una expedición de dos años a la colonia holandesa de Surinam en Sudamérica. Merian tenía 52 años cuando se embarcó en Amsterdam, en compañía de su hija menor Dorothea, a un entonces peligroso viaje de dos meses cruzando el Océano Atlántico. Era 1699, y aquel viaje era el primero que realizaba una mujer sola sin compañía masculina alguna. Se trataba de una expedición naturalista que la propia Merian había subvencionado a base de vender láminas artísticas. Su propósito era viajar hasta el nuevo continente para estudiar específicamente los insectos de las selvas tropicales. Quería documentar sus procesos de metamorfosis, las plantas de las que se alimentaban, y otras especies con las que interaccionaban. En definitiva, un estudio sobre las relaciones entre animales y plantas, campo de la ciencia que hoy se conoce como ecología. La publicación del libro con sus maravillosas láminas a todo color, relatando el ciclo de vida de los insectos y las especies de las que dependen, causaría una gran impresión en muchos naturalistas de su época. Este libro, así como sus trabajos previos sobre orugas y mariposas europeas, cambiaron la manera de percibir el mundo natural y sobre todo de representarlo. Para muchos Merian es la primera ecóloga de la historia, estableciendo con su mirada integradora las bases de lo que más tarde sería la ecología.

El libro apareció publicado en 1705 en la lengua científica de la época: latín. En su viaje observó, colectó y documentó la biología de casi doscientas especies de animales y plantas tropicales. Muchas de ellas quedaron plasmadas en las 60 láminas a todo color que acompañaron la edición. Los dibujos eran exquisitos en sus detalles, en ellos se aprecian las piezas bucales de los insectos, los adultos aparecen retratados en varias posturas, para mostrar los colores y diseños de las alas en reposo o volando, aparecían todas las fases, desde los huevos a las larvas, las pupas y los adultos, incorporando individuos de los dos sexos mostrando sus caracteres sexuales secundarios, así como las plantas de las que se alimentaban las larvas. En los fondos aparecían detalles del bosque tropical y sus montañas. También aparecían ranas con sus huevos y renacuajos, detallando sus fases de metamorfosis. Fue la primera naturalista en representar de una manera satisfactoria la metamorfosis de los anfibios, con numeroso detalles de sus fases. Lo hizo en 1686 (Fig. 2), años antes que el microscopista Antony van Leeuwenhoek describiese el fenómeno en 1699 observando el desarrollo de huevos y renacuajos de rana. Merian fue una maestra capturando los ciclos de vida de los animales. No hay que olvidar que en aquella época el mundo científico seguía discutiendo sobre la generación espontánea de los animales pequeños, mientras que aquella científica, artista e ilustradora naturalista exponía cada una de las fases de una buena colección de insectos. A través de sus meticulosas observaciones Merian demostró que los insectos copulaban y ponían huevos igual que lo hacían las aves o las ranas, refutando así la teoría de la generación espontánea para animales pequeños. Se consagró como una gran entomóloga y sus estudios dotaron de importantes datos empíricos a la entomología europea de entonces.

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Fig. 1. Retrato de Maria Sibyllan Merian.

Pero lo que realmente impresionó al público de entrada, fue su singular manera de observar y representar la naturaleza. Era una visión completamente nueva. En las laminas que dibujó sobre los ciclos de vida de las especies, combinaba insectos con las plantas de las que dependían, estableciendo así los principios ecológicos que se dedican a estudiar las interacciones de los diferentes organismos. Hasta aquel momento, siguiendo la tradición medieval de los bestiarios y herbarios, los naturalistas habían representado animales y plantas siempre por separado, sin establecer relación alguna entre ellos. Pero aquello cambió con la nueva interpretación de Merian. En sus ilustraciones y textos, el mundo animal y el mundo vegetal estaban totalmente integrados. Los unos dependían de los otros. En sus láminas se observan insectos acuáticos depredando sobre ranas, reptiles capturando insectos, y arañas depredando el nido de unos colibríes. Sus láminas muestran un gran número de redes tróficas mucho antes de que el concepto fuese definido científicamente. No fue hasta casi doscientos años más tarde, que el zoólogo alemán Ernst Haeckel acuñaría el término Oecologie –ecología– para referirse al estudio de las interacciones entre especies. Para entonces, sus ilustraciones ya habían capturado la riqueza de las comunidades ecológicas, y los conflictos que existían entre las especies. Lo hizo un siglo y medio antes de que Darwin plantease su teoría de la evolución a través de la selección natural. Donde muchos naturalistas de la época buscaban separar a las especies de sus medios para identificarlas, Merian buscó las conexión que habían entre ellas.

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Fig. 2. Ciclo de vida de una rana, posiblemente Pelophylax lessonae, documentando la puesta, el desarrollo de los huevos, los renacuajos en diferentes estadios de desarrollo y la metamorfosis de los renacuajos en ranitas mediante la aparición de extremidades y absorción de la cola. 

Aunque principalmente interesada en los insectos, en su libro Metamorphosis incluyó numerosos apuntes sobre plantas, su tiempo de floración, su uso y textura. Parte de esta información la obtuvo de los esclavos que trabajaban en las plantaciones de caña de azúcar o de los arahuacos nativos (Fig. 3), a los que pagaba para que le proporcionaran especímenes e información sobre sus usos. Se embarcó con ellos en un bote y remontó parte del río Surinam para observar los caimanes y explorar la selva. Su expedición fue completamente científica mucho antes de que empezaran las grandes expediciones científicas, en su época las expediciones tenían básicamente objetivos políticos, económicos o militares. Extraño en aquella época, agradeció en el prólogo a los esclavos de las plantaciones y a «sus indios» por brindarle y plantarle flores en su jardín para su estudio, así como explicarle sus usos medicinales,

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Fig. 3. Mujer indígena arahuaca dibujada por el militar británico-neendarlés John Gabriel Stedma en su libro «Relato de una expedición de cinco años contra los negros alzados de Surinam» (1796)

Más allá de representar las diferentes fases de las mariposas, también fue la primera en describir sus diferentes mecanismos de defensa y de locomoción. Como ella misma explicó en su momento, no estaba interesada en la clasificación de las especies sino sólo en «la formación, propagación y la metamorfosis de las criaturas… y la naturaleza de sus dietas». Basaba todos sus dibujos en días de observación, donde pacientemente anotaba lo que veía, siempre usando para sus dibujos modelos vivos. Por ello en sus ilustraciones Merian cuidó especialmente los colores para que se pareciesen en lo posible a los animales reales (Fig. 4). Deseaba transmitir en sus láminas la viveza del mundo de los insectos. Desarrolló una buena técnica de coloreado basado en acuarelas, no porque fuesen las mejores pinturas disponibles, sino porque los oleos estaban en aquella época prácticamente vetados a las mujeres. Existía entonces un gran control sobre los pigmentos por el gremio de artistas y controlaban con celo el uso de sus pinturas para evitar la competencia. En ese intento de reducir la competencia quedaban incluidas todas las mujeres a las que se les impedía entrar en el gremio artístico, razón por la cual, Merian y otras mujeres contemporáneas tuvieron que desarrollar técnicas alternativas en sus obras artísticas.

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Fig. 4. Una de las ilustraciones del «Metamorphosis insectorum Suricamensium».

Jugando y observando gusanos de seda 

Desde joven Merian demostró sus habilidades para capturar con precisiones sus observaciones. Nació en Frankfurt am Main en 1647, hija de una familia de artistas y grabadores, empezó desde bien pequeña a formarse en arte del dibujo. Cuando, a la edad de tres años, murió su padre, su padrino, el artista Jacob Hoefnagel, se encargó de educarla en el arte del dibujo y la pintura. Aburrida de copiar plantas e insectos de otras láminas, se dedicó a colectar insectos del campo para estudiarlos y dibujarlos del natural. A la temprana edad de 13 años ya dio lugar a una lámina en la que capturaba todo el ciclo biológico de los gusanos de seda. Su fascinación por los insectos, y sobre todo por las mariposas y las polillas, fue tanta que se dedicó durante años a estudiarlas y dibujarlas, hasta que a la edad de 32 años publicó su primer volúmen (Fig. 5) titulado Der Raupen wunderbare Verwandelung und sonderbare Blumen-Nahrung (1679) (La maravillosa transformación de las orugas y su curiosa dieta de flores). Cuatro años más tarde apareció su segundo volumen. Cada uno de ellos contenía 50 láminas donde aparecían las mariposas con sus larvas y las plantas sobre las que crecían. Para su elaboración utilizó observaciones científicas tal y como describe en el libro:

«Es sorprendente darse cuenta que a menudo tenía orugas que se alimentaban de una sola planta con flores, y que si no les suministraba esa planta morían. Al mismo tiempo, tenía otras orugas que se alimentaban de más de una flor, observando, sin embargo, que algunas de ellas tenían preferencias por unas plantas concretas. De hecho, se movían inmediatamente de un alimento al otro, el que preferían, en cuanto descubrían que podían acceder al mismo».

La prevalencia de este estrecho vínculo entre plantas y orugas descrito en sus libros, resultó tan importante que cuando más tarde se desarrolló la taxonomía científica, muchas especies de insectos recibieron un nombre, no solo en función de sus características, sino también en función de la planta sobre la que se encontraban. Hoy en día, el estudio de las dietas de los organismos sigue siendo una importante rama de la ecología que permite averiguar el funcionamiento de los ecosistemas. Merian fue sin duda la primera en documentar en sus dos volúmenes Raupen la estrecha relación que existía entre organismos tan diferentes: insectos y plantas. 

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Fig. 5. Cubierta del libro «Der Raupen wunderbare Verwandelung und sonderbare Blumen-Nahrung» (1679) 

Más allá de los estudios de dieta, hizo numerosas observaciones en los libros sobre como las orugas construían los capullos, y los efectos que la temperatura o la humedad tenían sobre la metamorfosis. También apreció las condiciones en las que se daba canibalismo en algunas especies, comentando «cuando no tienen comida, esta variedad de orugas se devoran las unas a las otras, ese es su hambre». 

Viaje a Amsterdam, descubrimiento del fascinante trópico

De carácter fuerte, dejó a su marido y se fue con sus dos hijas a Wiuwerd en Frisia, uniéndose a una comunidad protestante labadista. En aquel ambiente religioso continuó sus estudios sobre insectos, consideraba que el estudio de la historia natural era lo más apropiado para una persona devota como ella. Los labadistas no se opusieron pues creían que no había mejor manera de estar próximo a Dios que estudiando sus creaciones. Su marido fue a buscarla a dicha comunidad, e incluso intentó unirse a la misma para recuperarla, pero Merian lo volvió a rechazar y se trasladó a Amsterdam huyendo de él. 

Allí descubrió la que era la capital comercial del momento (Fig. 6). Los navegantes holandeses comerciaban con todos los continentes, en sus calles y comercios podían encontrarse productos traídos desde los lugares más remotos del mundo. A Merian le fascinaron las colecciones de insectos llegados desde las zonas tropicales, y esa fascinación fue la que la llevó a tomar la decisión de viajar hasta la colonia holandesa de Surinam en América. Necesitaba ver con sus propios ojos aquellas maravillas, observar el desarrollo de los insectos y palpar la textura de las flores sobre las que crecían. Con esa idea en mente ahorró dinero vendiendo ilustraciones hasta poder financiarse el viaje en junio de 1699. Permaneció en tierras americanas más de 21 meses recolectando, observando y dibujando más de 60 especies de plantas y más de 90 de animales. Regresó a Amsterdam el verano de 1701. En 1705 apareció publicado su Metamorphosis insectorum Surinamensium. Esta publicación le valió el reconocimiento del momento, que permitió que se hicieran varias ediciones del mismo a lo largo del siglo XVIII. 

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Fig. 6. Vista de Amsterdam, uno de sus canales y parte de la flota mercantil holandesa. Jacobus Stork (1641-1692).

 

Tal fue el detalle de sus ilustraciones que los entomólogos modernos que ha analizado sus trabajos admiten que el 73% de las especies representadas por Merian son identificables hasta la categoría de «género», y un 66% hasta el nivel de «especie». Un hecho que no deja de ser sorprendente. Estos mismos autores consideran que ella ha sido la única persona, hasta el momento, en describir y captar la metamorfosis de algunas de estas especies. Algunas que a día de hoy pueden estar incluso extinguidas. Esa calidad en sus ilustraciones, y en la información aportada en sus textos, hizo que con el tiempo mantuviese correspondencia con numerosos naturalistas de la época, así como que sus libros estuviesen presentes en las bibliotecas más importantes.

Paradójicamente la precisión y calidad de sus ilustraciones hizo que con el tiempo su nombre solo se asociase a sus pinturas ignorándose el contenido científico de sus textos. También contribuyó a eso que los libros estuviesen solo disponibles en alemán, holandés y latín, al no contar con una traducción en inglés, el mundo anglosajón ignoró su información concentrándose solo en sus maravillosas láminas.

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Fig. 7. Lamina número 59 de «Metamorphosis insectorum Surinamensium» representando una hembra del sapo de Surinam (Pipa pipa) con los huevos y las crías desarrollándose bajo la piel de su espalda. 

Hoy se sabe que hasta el naturalista sueco Carl Linnaeus usó más tarde sus dibujos para clasificar algunos organismos. Si una mira la lámina 59 de su Metamorphosis (Fig 7), descubre lo que hoy se conoce como sapo de Surinam, científicamente denominado Pipa pipa. En la ilustración aparece una hembra con un gran número de huevos y ranitas en su espalda. Es una especie que tiene un desarrollo directo, sin fase de renacuajo, en la que los huevos se desarrollan bajo la piel de la madre y emergen ya como sapitos juveniles. Resulta curioso que la descripción de Linnaeus en su edición del Systema naturae de 1578, coincida exactamente con la ilustración de Merian. Pero a diferencia de Merian, el padre de la taxonomía moderna, no vistió nunca los trópicos, es más, cinco de sus estudiantes murieron en expediciones dirigidas para recolectar material para el botánico sueco. Los especímenes del sapo de Surinam que estudió, fue los que había en la colección del rey Adolfo Federico de Suecia, y de ellos nunca pudo deducir lo que escribió en su descripción: «Vive en Surinam. Da lugar a sus crías depositándolos en su espalda».

También el poeta alemán Goethe alabó la habilidad y sensibilidad de Merian para combinar arte y ciencia, entre la observación de la naturaleza y la creación artística. Es posible que su obra influyese a importantes naturalistas y artistas como Mark Catesby, William Bartram o el propio John James Audubon, todos ellos dibujando los animales con su flora acompañante, describiendo así el ambiente en el cual se encontraban. La tradición de la separación entre bestiarios y herbarios había quedado atrás.

Al regresar de Amsterdam se puso a trabajar en un tercer volumen de orugas y mariposas europeas. El volumen fue publicado tras su muerte a la edad de 69 años, encargándose de la edición su hija. Al parecer pasó sus últimos años sumida en la pobreza, hasta el punto que poco antes de su muerte gran parte de su colección fue vendida al médico escocés Robert Erskine. El escocés trabajaba como médico personal del zar Pedro I el Grande, quien interesado por la obra de Merian mandó comprar 300 acuarelas originales de la autora. Un año después de su muerte, su hija Dorothea se desplazó a San Petersburgo, donde ella y su marido fueron contratados como profesores y asesores del zar. Su hija fue una de las fundadoras de la Academia Rusa de las Artes y las Ciencias, mientras el libro Metamorphosis iba ganando fama y reeditándose varias veces a lo largo del siglo XVIII. 

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Fig. 8. Lámina número 18 de «Metamorphosis insectorum Surinamensium» representando las arañas e insectos que habitan las ramas de un árbol de guayaba.

La obra de esta mujer ha ganado en los últimos años reconocimiento, sobre todo en el mundo de las artes donde es considerada una de las grandes ilustradoras de la naturaleza. Pero más allá de sus láminas debemos considerar la visión integrista de Merian opuesta a la mayoría de los naturalistas de la época. En plena era de la ilustración, muchos naturalistas estaban obsesionados en la clasificación y ordenación del mundo natural, lo que requería la separación de los elementos, ella sin embargo no estaba interesada en esa labor de clasificación sino en las interacciones que se daban entre las especies en la naturaleza. Su clásica lamina 18 de su Metamorphosis es un claro ejemplo de su visión de ecosistema (Fig 8). En ella aparecen unas hormigas (Eciton sp.) atacando a una cucaracha (Blattaria sp.), en otras ramas se aprecia la especie de hormigas que corta las hojas (Atta cephalotes) de un árbol de guayaba, mientras una tarántula (Avicularia avicularia) depreda un colibrí, mientras que otra araña sale de su nido (Heteropoda venatoria) e intenta cazar otros insectos no identificados. La lámina captura varias escenas de interacciones entre especies, representando así el funcionamiento de un ecosistema. La suya no fue una mera aproximación artística a la naturaleza, sino una aproximación científica fascinada por el desarrollo de las especies, sus transformaciones y las relaciones con otras especies. La suya era una visión de ecólogo, quizás la primera de la historia, aunque no fuese consciente de que su manera de aproximarse al mundo natural iba a cambiar con el tiempo la concepción del mundo natural. Su viaje a Surinam constituyó posiblemente el amanecer de la ecología de campo, la necesidad de los naturalistas de desplazarse a la naturaleza para observar lo que allí pasaba, más allá de las lupas y mesas de disección.

 


Lecturas complementarias:

Etheridge K. 2010. Maria Sibylla Merian’s frogs. International Society for the History and Bibliography of Herpetology. Bibliotheca Herpetologica 8:20–27

Etheridge K. 2011. Maria Sibylla Merian: the first ecologist? In the book: Women and Sciences: Figures and representations – 17th century to present. Cambridge Scholars Publishing. 

Etheridge K, Pieters FJM. 2015. Maria Sibylla Merian (1647-1717): pioneering naturalist, artist, and inspiration for Catesby. In the book: A truly ingenious naturalist explores new worlds. University of Georgia Press. 39–56

Honig EA. 2002. The art of being “artistic”. Dutch women’s creative practices in the 17th Century. Woman’s Art Journal 22:31–39

Klein J. 2017. A pioneering woman of science re-emerges after 300 years. The New York Times Jan 23 2017

Pamuklu AG. 2016. Botanical illustration techniques. Global Journal on Humanities social sciences 2:

Panzer S. 2018. Public display of mastery: Judith Leyster and Dutch women artists of the seventeenth century. Canvas Journal. March 19 2018

Paravisini-Gebert L. 2017. Maria Sibylla Merian: the dawn of filed ecology in the forests of Suriname, 1699-1701. Review Literature and Arts of the Americas 45: 10–20

Pomer SB, Kathirithamby J. 201X. Maria Sibylla Merian: Artist, Scientist, Adventurer. The J. Paul Getty Museum, Los Angeles 1–21

Schiebinger L. The mind has no sex?: women in the origins of modern science. Harvard University Press

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